30 de mayo de 2012
Miércoles de la Octava Semana del
Tiempo Común
Lecturas de
hoy:
I Pedro 1, 18-25 / Salmo 147, 12-15. 19-20 ¡Glorifica al Señor, Jerusalén!
EVANGELIO
+ Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 10,
32-45
Mientras iban de camino para subir a Jerusalén, Jesús se
adelantaba a sus discípulos; ellos estaban asombrados y los que lo seguían
tenían miedo. Entonces reunió nuevamente a los Doce y comenzó a decirles lo que
le iba a suceder:
«Ahora subimos a Jerusalén; allí el Hijo del hombre será
entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas. Lo condenarán a muerte y lo
entregarán a los paganos: ellos se burlarán de él, lo escupirán, lo azotarán y
lo matarán. Y tres días después, resucitará.»
Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús
y le dijeron: «Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir.»
El les respondió: «¿Qué quieren que haga por ustedes?»
Ellos le dijeron: «Concédenos sentarnos uno a tu derecha y
el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria.»
Jesús le dijo: «No saben lo que piden. ¿Pueden beber el
cáliz que yo beberé y recibir el bautismo que yo recibiré?»
«Podemos», le respondieron.
Entonces Jesús agregó: «Ustedes beberán el cáliz que yo
beberé y recibirán el mismo bautismo que yo. En cuanto a sentarse a mi derecha
o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para
quienes han sido destinados.»
Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se indignaron
contra ellos. Jesús los llamó y les dijo: «Ustedes saben que aquellos a quienes
se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y
los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así.
Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el
que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos. Porque el mismo Hijo
del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate
por una multitud.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
En escenas como la relatada en el evangelio de hoy
se muestra la evidente necesidad que tenían los discípulos (y, para qué estamos
con cosas: también nosotros) del Espíritu Santo (cf. Jn 14, 26) para ayudarles a
desentrañar el misterio que contienen las advertencias del Señor. ¿Quién, con
honestidad, podría decir que sus actitudes hubiesen sido distintas al oír a su
Maestro anunciar en vez de éxitos un fracaso tan estrepitoso?.
Es necesario hacer esa prevención antes de seguir,
para evitar la tentación de juzgarlos severamente sin mirarnos a nosotros
mismos (cf. Lc 6, 41-42).
Despejado lo anterior, mirémonos en nuestras
vanidades y materialismos, escuchando a Pedro (1L): « Ustedes saben que fueron
rescatados de la vana conducta heredada de sus padres, no con bienes
corruptibles, como el oro y la plata, sino con la sangre preciosa de Cristo » y continúa dándonos un baño de sabiduría: « Porque toda carne es como hierba y toda su gloria como flor del
campo: la hierba se seca y su flor se marchita, pero la Palabra del Señor
permanece para siempre. »
“El asiento de la derecha o el de la izquierda” que
preocupa a los discípulos, signo de status, es lo corruptible, lo que se seca y
se marchita. En cambio, “la
Palabra que permanece para siempre “ es el amor, manifestado
en servicio « Porque el mismo Hijo del
hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por
una multitud », poniendo en acción el amarse « constantemente los unos a los otros con un corazón puro, como quienes han
sido engendrados de nuevo » (1L), porque hemos
comenzado una nueva vida, gracias al Espíritu Santo que nos ha sido dado (cf. Rom 5, 5), fiesta que
celebramos este Domingo recién pasado.
Espíritu Santo, fuerza de Dios en nosotros, vuelve a
derramar una y otra vez tu amor en nuestras vidas, para que inundemos al mundo de tu
gracia, produciendo paz y alegría a nuestro derredor, gracias a ti. Amén.
Con el impulso
del Espíritu Santo, manifestación de la
Paz, el Amor y la
Alegría,
Miguel.
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