31 de mayo de 2012
La Visitación de Santa María Virgen
Lecturas de
hoy:
Sofonías 3, 14-18 / Salmo Is 12, 2-6 El
Señor es mi fuerza y mi protección
EVANGELIO
+ Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 1,
39-56
En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo
de la montaña de Judá.
Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría
en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: "¡Tú eres bendita
entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo,
para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño
saltó de alegría en mi seno.
Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue
anunciado de parte del Señor".
María dijo entonces:
"Mi alma canta la grandeza del Señor,
y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador,
porque él miró con bondad la pequeñez de su servidora.
En adelante todas las generaciones me llamarán feliz,
porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas:
¡su Nombre es santo!
Su misericordia se extiende de generación en generación
sobre aquellos que lo temen.
Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de
corazón.
Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes.
Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con
las manos vacías.
Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su
misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abraham y de su descendencia para siempre".
María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó
a su casa.
Palabra del Señor.
MEDITACION
Al recordar
que ayer Jesús decía de sí mismo que « no vino para ser servido, sino para servir » (Mc 10,45), uno se pregunta cuánto de su enseñanza
proviene del ejemplo que vio y aprendió de su madre. Porque la fiesta que
celebramos hoy es la visita de María a su prima Isabel, embarazada en su
ancianidad, como le fue informado por el Ángel, en el mismo momento en que le
anunció que sería madre del “esperado de los tiempos”. Es la fiesta de la « la servidora del Señor » (cf. Lc 1, 38) que se hace
servidora de todo aquel que la necesita, como en este caso en que no se
desalentó por la distancia (unos 150
km, alrededor de 5 días, con el último tramo en subida a
las montañas de Ain Karim), ni por su nuevo estado, ni por las dificultades que
acarrea un viaje improvisado, sabiendo que su prima necesitaría ayuda en su
situación. O, como lo hará después, en las bodas de Caná, cuando pide a su hijo
que auxilie a unos novios que se quedan sin un elemento importante para la
celebración, como es el vino.
Nuestra Premio Nobel, Gabriela Mistral ensalza en un
bello poema “La Alegría
de Servir”, donde, entre otras cosas, dice: “Hay la alegría de ser sano y la de
ser justo. / Pero hay, sobre todo, la hermosa, / La inmensa tarea de servir. / El
servir no es faena de seres inferiores. / Dios, que da el fruto y la luz,
sirve. / Y tiene fijos los ojos en nuestras manos / Y nos pregunta cada día: / ¿Serviste
Hoy?”
Esa misma alegría nos traen los textos de hoy: « Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno », « ¡Alégrate y regocíjate de todo
corazón, hija de Jerusalén! » (1L), « sacarán agua con alegría
de las fuentes de la salvación » (Sal) y por sobre todo,
el alegre himno al servicio amoroso de Dios hacia la humanidad que es El
Magnificat, pronunciado por nuestra Madre del Cielo y que cualquiera de
nosotros podría hacer propio, si miramos hacia atrás nuestra vida.
¡Cómo no podríamos también nosotros, Señor,
estremecernos de gozo porque somos testigos de tus dones cotidianos, cómo has
hecho en nosotros grandes cosas!
Queremos inspirarnos en tu madre para responderte
con servicio, amor, solidaridad y fraternidad hacia nuestros hermanos, tus
hijos, cuánto providencialmente hemos recibido, seguimos recibiendo y, por tu
misericordia seguiremos recibiendo de Ti. Amén
Con el impulso
del Espíritu Santo, manifestación de la
Paz, el Amor y la
Alegría,
Miguel.
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