4 de mayo de 2012
Viernes de la Cuarta Semana de
Pascua
Lecturas de
hoy:
Hechos 13, 26-33 / Salmo 2, 6-7.8-9.10-12a Tú eres mi hijo, hoy yo te he engendrado.
EVANGELIO
+ Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo según san Juan 14,
1-6
Jesús dijo a sus discípulos:
«No se inquieten. Crean en Dios y crean también en mí. En la Casa de mi Padre hay muchas
habitaciones; si no fuera así, se lo habría dicho a ustedes. Yo voy a
prepararles un lugar. Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré
otra vez para llevarlos conmigo, a fin de que donde yo esté, estén también
ustedes. Ya conocen el camino del lugar adonde voy.»
Tomás le dijo: «Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo vamos a
conocer el camino?»
Jesús le respondió: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al
Padre, sino por mí.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
Bastante avanzada la Pascua Jesús nos
indica el paso siguiente: su partida definitiva de esta tierra. Pero con un
bello objetivo – y como ha sido en toda su vida- para servir, para “prepararnos
un lugar en la Casa
del Padre”, a fin de que estemos en el lugar definitivo junto a Él, todos
aquellos por quienes dio su vida, sus amigos (cf. Jn 15, 13). Pablo, en la primera
lectura da luces acerca de quiénes son éstos: “Hermanos, este mensaje de salvación está dirigido a ustedes: los
descendientes de Abraham y los que temen a Dios”.
Hagamos unas precisiones para identificar bien a
quiénes se dirige la
Buena Noticia según el Apóstol de los gentiles.
Los descendientes de Abraham.
Recordemos que en lenguaje bíblico la “descendencia”
o la ligazón no es necesariamente biológica, sino que importa más acoger en el
corazón la enseñanza, vivenciar lo que aparece como destacable (cf. Mt 12, 49-50).¿Cuál sería
el rasgo que identificaría a un descendiente suyo, entonces?. Él es el “padre padre
de aquellos que, a pesar de no estar circuncidados, tienen la fe que les es
tenida en cuenta para su justificación. Y es también padre de los que se
circuncidan pero no se contentan con esto, sino que siguen el mismo camino de
la fe que tuvo nuestro padre Abraham, antes de ser circuncidado” (Rom, 4, 11-12). O, más
resumido, es el “padre de la fe”, como lo reconoce la Iglesia desde siempre.
La conclusión es que el descendiente de Abraham es
el que vive fiel y honestamente su fe.
Los que temen a Dios.
Aclaremos, para evitar malentendidos, que estas
palabras en la Biblia
no tiene que ver con el miedo, sino con el respeto reverencial (“Sirvan al Señor con temor; temblando,
ríndanle homenaje”, canta el Salmo de hoy). No es un miedo a Él, sino a
perderlo, a perder la cercanía con Él: “El temor del Señor es detestar el mal:
yo detesto la soberbia, el orgullo, la mala conducta y la boca perversa” (Proverbios 8, 13).
Es decir, teme a Dios correctamente quien,
reconociendo su naturaleza pecadora (cf. 1 Juan 1, 10), no se deja vencer
definitivamente por éste, porque quiere agradar y agradecer a quien nos creó
por puro amor.
Preguntémonos
¿Cuál es el estado de salud de tu fe? ¿Qué le
faltaría para ser más vital?
¿Tienes suficiente del Santo Temor de Dios? ¿Temes
caer en la tentación y ser arrebatado del amor de Dios?
Padre bondadoso; Señor Jesús, hermano nuestro;
Espíritu Santo, dador de vida; Dios Todopoderoso, te pedimos que nos acerques a
la fe humilde y obediente de Abraham y que infundas en nosotros el temor a
perder el tesoro de tu amor, siendo buenos hermanos entre nosotros como deben
ser los hijos tuyos. Amén.
Paz, Amor y
Alegría para tu día y tu vida.
Miguel.
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