5 de abril de 2012
Jueves Santo
Lecturas de hoy:
Éxodo 12, 1-8.11-14 / Salmo Sal 115, 12-13.15-18 El cáliz que bendecimos es la comunión de la Sangre de Cristo. / Corintios 11, 23-26
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 13, 1-15
Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin.
Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo, sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que él había venido de Dios y volvía a Dios, se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura. Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura.
Cuando se acercó a Simón Pedro, este le dijo: «¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?»
Jesús le respondió: «No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás.»
«No, le dijo Pedro, ¡tú jamás me lavarás los pies a mí!»
Jesús le respondió: «Si yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte.»
«Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza!»
Jesús le dijo: «El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos.» El sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: «No todos ustedes están limpios.»
Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: «¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y tienen razón, porque lo soy. Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
Con el relato de Juan acerca de los últimos momentos de Jesús junto a sus discípulos cerramos un círculo que comenzó cuando Su Santidad nos envió el Mensaje de inicio de la Cuaresma, al que tituló: “Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras”, tomado de Hebreos 10, 24, en el que nos orientaba acerca de cuál debía ser el contenido profundo de este periodo, llamándonos a ejercitar la caridad fraterna orando, ayunando y aportando. Hoy nuestro Señor, como buen maestro, nos enseña con el ejemplo: amando hasta el extremo, se pone a los pies de los demás para servir: caridad y buenas obras.
En este día la Iglesia conmemora la institución del sacerdocio en la Última Cena, como nos la transmite Pablo en la segunda lectura. Éste debe ser un signo sacramental de esa presencia permanente del amor y la misericordia del Señor. Para ti, para mí, para nosotros. Para todos.
¿Con qué pagaré al Señor todo el bien que me hizo?, pregunta el Salmo. Debemos recordar que estamos en comunión (común unión, profunda unión o íntima unión con “la sangre de Cristo”, por lo que el Espíritu del Señor también está sobre nosotros –como en la profecía de Isaías- para poder llevar esta buena noticia a los pobres: entramos al Triduo Pascual, donde se seguirá manifestando el amor servidor de Cristo. Y tú, yo, nosotros, todos, somos llamados a asemejarnos a Él para que ese amor siga alcanzando a la humanidad. Dura y bella misión.
A ti, que llevas más allá la Pascua de la liberación de Egipto con la Redención universal, gracias, Señor. A ti, que la noche en que ibas a ser entregado, te entregaste como alimento de la Nueva Alianza, gracias, Señor. A ti, que te pones a nuestros pies como un sirviente, para que todos quienes creemos hagamos lo mismo unos con otros como Creación renovada, gracias Señor.
Paz, Amor y Alegría para tu día y tu vida.
Miguel.
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