26 de abril de 2012
Jueves de la Tercera Semana de
Pascua
Lecturas de
hoy:
Hechos 8, 26-40 / Salmo Sal 65, 8-9. 16-17. 20 ¡Aclame al Señor toda la tierra!
EVANGELIO
+ Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo según san Juan 6,
44-51
«Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me
envió; y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en el libro de los
Profetas: Todos serán instruidos por Dios.
Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí.
Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo él ha visto al
Padre.
Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna.
Yo soy el pan de Vida. Sus padres, en el desierto, comieron
el maná y murieron. Pero este es el pan que desciende del cielo, para que aquel
que lo coma no muera.
Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan
vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
El Señor da pruebas una y otra vez de ser un
conocedor, un gustador de la
Escritura. Hoy alude a un versículo de la profecía de Isaías:
“Está escrito en el libro de los Profetas: Todos serán instruidos por Dios” (Is
54,13). Y lo hace en medio del discurso sobre la Eucaristía, don que nos dejará como una forma de hacer realidad
su despedida: “Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo” (Mt 20, 28).
Y seremos instruidos, usando palabras del Salmo, en
que “él nos concedió la vida”, porque
Dios es Padre (cf. Deut 32, 6 y Malaq
2,10); en que no “apartó
de mí su misericordia”, porque el Dios Hijo vino a redimirnos (cf. Rom 5, 19-21); y en que
podemos orar diciendo “Bendito sea Dios”,
porque el Dios Espíritu Santo pone alabanzas en nuestra boca (cf. 1 Cor 12, 3-4).
Podríamos decir, como el egipcio de la primera
lectura, “¿Cómo lo puedo entender, si
nadie me lo explica?”. Para eso, nos dejó a la Iglesia, nuestra madre y
maestra (cf. 1 Tim 3, 15), como nos enseñó a llamarla el Papa Bueno Juan XXIII.
Todos esas gracias, incluido el misterio del “pan de Vida”, han sido puestas a
nuestra disposición para crecer en la fe, porque, como dice el Señor, “el que cree, tiene Vida eterna”.
Como tú en su momento, movidos por el Espíritu
Santo, nos estremecemos de gozo y te alabamos junto al Padre, reconociendo como
nuestra madre, María, que has hecho maravillas en nosotros y que en tu
misericordia nos has llenado de dones y regalos en esta tierra y en perspectiva
de la Vida
eterna. Santo y bendito sea tu nombre trinitario.
Paz, Amor y Alegría
para tu día y tu vida.
Miguel.
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