13 de abril de 2012
Viernes de la Octava de la Pascua
Lecturas de hoy:
Hechos 4, 1-12 / Salmo Sal 117, 1-2. 4. 22-27a ¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor!
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 21, 1-14
Jesús se apareció otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades.
Sucedió así: estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos.
Simón Pedro les dijo: «Voy a pescar.»
Ellos le respondieron: «Vamos también nosotros.» Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada.
Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él. Jesús les dijo: «Muchachos, ¿tienen algo para comer?»
Ellos respondieron: «No.»
El les dijo: «Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán.» Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla. El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: «¡Es el Señor! .»
Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua. Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban sólo a unos cien metros de la orilla.
Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan. Jesús les dijo: «Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar.»
Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió. Jesús les dijo: «Vengan a comer.»
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres?», porque sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado.
Esta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos.
Palabra del Señor.
MEDITACION
Fiel hasta el final, Jesús, aún después de la Resurrección, no olvida las necesidades humanas: a sus discípulos que habían vuelto a su antigua vida, un tanto tristes y de manera infructuosa además, les tiene alimento después del cansancio del trabajo. Sirviendo siempre. Y es así que lo reconocen: en su característica más pronunciada.
Y así mismo viven su discipulado, para que los demás conozcan y reconozcan al Resucitado: Pedro y Juan –nos cuenta la primera lectura- sanan y transmiten la Buena Noticia de la Resurrección por amor a sus hermanos los hombres, sin temor a las represalias de los que se sienten desautorizados: “«¿Con qué poder o en nombre de quién ustedes hicieron eso?» Pedro, lleno del Espíritu Santo, dijo: «Jefes del pueblo y ancianos, ya que hoy se nos pide cuenta del bien que hicimos a un enfermo y de cómo fue curado, sepan ustedes y todo el pueblo de Israel: este hombre está aquí sano delante de ustedes por el nombre de nuestro Señor Jesucristo de Nazaret, al que ustedes crucificaron y Dios resucitó de entre los muertos»”. Se podría complementar este testimonio con las palabras del Salmo: “¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor!”.
La respuesta a ese amor es el servicio a los demás. Pero, fijémonos que antes, es necesario obedecer. Los expertos en pesca eran ellos, no el carpintero, y sin embargo, Él sabe mejor lo que nos conviene, por lo que sólo siguiendo sus indicaciones llenaron la barca.
Señor, tú sabes que muchas veces nos encontrarás en la tristeza, el desánimo, la desesperanza, el cansancio. Te pedimos sabiduría en esos momentos para reconocer tu voluntad y fuerza para llevarla a cabo. En tu nombre, Señor. Amén.
Paz, Amor y Alegría para tu día y tu vida.
Miguel.
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