18 de febrero de 2012
Sábado de la Sexta Semana Durante el Año
Bernardita
Lecturas de hoy:
Santiago 3, 1-10 / Salmo 11, 2-3. 4-5. 7-8 Tú nos protegerás, Señor.
+ EVANGELIO de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 9, 2-13
Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos. Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas. Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
Pedro dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor.
Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: «Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo.» De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos.
Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significaría «resucitar de entre los muertos.»
Y le hicieron esta pregunta: «¿Por qué dicen los escribas que antes debe venir Elías?»
Jesús les respondió: «Sí, Elías debe venir antes para restablecer el orden en todo. Pero, ¿no dice la Escritura que el Hijo del hombre debe sufrir mucho y ser despreciado? Les aseguro que Elías ya ha venido e hicieron con él lo que quisieron, como estaba escrito.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
Dice Santiago, en la primera lectura, que “de la misma boca salen la bendición y la maldición”. Y Jesús les señala a sus discípulos (y nos recuerda a nosotros) que Él, pese a haber sido aclamado y bendecido por multitudes, “debe sufrir mucho y ser despreciado”, como efectivamente sucedió.
Meditando las lecturas de hoy, es bueno preguntarse, en primer lugar, si lo que decimos (y lo que hacemos) puede ser también una contradicción y no obedecemos la voz de Dios, que nos invita a escuchar a su Hijo muy querido, realizando las obras que nos inspira; y, por otro lado, revisar si en nuestras relaciones con los demás, también con demasiada facilidad, podemos ser “buenas personas”, a la vez que nos suceda que nuestras palabras dañen –con o sin intención- a quienes nos rodean.
Certera es la descripción del apóstol “Miren cómo una pequeña llama basta para incendiar un gran bosque. También la lengua es un fuego: es un mundo de maldad puesto en nuestros miembros, que contamina todo el cuerpo, y encendida por el mismo infierno, hace arder todo el ciclo de la vida humana”.
Reconociendo nuestras faltas al respecto, pero confiados en el poder de Dios y poniendo de nuestra parte, repitamos con el Salmo de hoy: “Tú nos protegerás, Señor”.
Paz, Amor y Alegría para tu día y tu vida.
Miguel.
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