El 4° Domingo de Cuaresma, celebramos la Eucaristía presidida por el padre Andrés Labbé.
Al comenzar la homilía nos dijo que la Escritura se hizo para que nosotros encontremos en ella el sentido de lo que nos pasa.
Luego, indicó que el tema de hoy era el ver, que al acercarse a Jesús uno puede caminar viendo. Porque de repente andamos desorientados, equivocándonos, sumidos en el error y ahí le pedimos poder ver el camino correcto.
En el Evangelio (Jn 9, 1-38) encontramos a Jesús dándole la vista a un ciego que no se lo ha pedido. Y el hombre que tranquilamente pedía monedas, ahora se mete en problemas, ni sus padres quieren dar testimonio de él. Se mete en problemas por insistir ante los adversarios de Jesús que él no veía y ahora sí. Y es expulsado de la sinagoga, es decir, de la comunidad. Es excomulgado.
Teniendo presente además la carta del Arzobispo de Santiago (en post anterior a éste) que se leyó, explicitó que los cristianos estamos llamados a “ver”, porque la verdad no es una ofensa, sino libertad, explayándose en esto diciendo que debemos ser inquietos, preguntones, querer ver las cosas como son, penetrar en las situaciones, entenderlas; los cristianos adultos debemos entender la realidad social, política, de nuestra capilla, etc.
Para eso es importante ver con claridad, sin temor a las crisis (el ciego tuvo una crisis al comenzar a ver). Nos dijo que los denunciantes de sacerdotes nos hicieron un favor, ya que, después de un proceso con todo lo que les tocó vivir, “vieron” y se metieron en problemas, porque muchos los critican por lo que dijeron.
El padre Labbé nos enseñó que los cristianos estamos en este mundo para mejorarlo y sin crítica no se puede mejorar. No debemos preocuparnos tanto por el respeto a ciertas dignidades, porque el único que tiene que permanecer en alto es el Señor Jesús.
Nos contó la historia de una congregación que tenía en su entrada un largo pasillo con imágenes de santos y al fondo estaba Cristo, entonces el maestro al recibir a los novicios los hacía recorrer el pasillo y al llegar al final les decía que todos esos personajes de la entrada se caerían alguna vez, pero el único que no caería nunca sería el Señor. Entonces, remató su idea diciendo que no hay que “canonizar” a nadie, porque incluso los santos reconocidos han tenido caídas. Por eso es importante ver lo que falla y a quienes fallan, orando por ellos, pero reafirmándonos en que no debemos poner la confianza total sino en Dios.
Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío.
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