Mensaje del Arzobispo de Santiago a los fieles y comunidades de la Arquidiócesis
Hermanas y hermanos de la Arquidiócesis:
Con renovada esperanza me dirijo a ustedes en este tiempo de Cuaresma que nos prepara para
la Semana Santa y
la Pascua de Resurrección. Lo hago en un momento de gran dificultad para
la Iglesia de Santiago. Es comprensible el dolor, el desconcierto y la inquietud que experimenta una comunidad cuando personas consagradas a Jesucristo, de quienes se espera un testimonio coherente de amor y servicio, incurren en gravísimas faltas que dejan víctimas, escandalizan y desilusionan.
Frente al abuso sexual, que a los ojos de Dios es también un “espantoso pecado”, no podemos quedar indiferentes. En ningún caso esta violencia contra los más pequeños y vulnerables puede ser justificada o protegida. Como Iglesia, nos corresponde trabajar y colaborar decididamente para sacar de raíz este mal de nuestra sociedad, y asumir un rol activo en la prevención a los niños y niñas en todas las instancias pastorales y educativas católicas.
Los fieles de
la Arquidiócesis pueden estar seguros de que su pastor hará todo lo que esté a su alcance para que se establezca la verdad y se logre la justicia en las denuncias que involucran a personas consagradas. No debemos temer la verdad que nos hace libres; darla a luz puede resultar doloroso, pero nos regala también la esperanza de tiempos mejores en una Iglesia purificada. Por eso, reafirmo mi voluntad de garantizar un debido proceso canónico para quienes se sientan legítimamente lesionados en sus derechos y, al mismo tiempo, reitero la invitación que ya formulé a colaborar con la justicia civil como ciudadanos corresponsables del bien común. Reitero el llamado a las personas que, en conciencia, quieran presentar su testimonio sobre situaciones de esta naturaleza, para que lo hagan con plena confianza en las instancias previstas por
la Iglesia y por
la Sociedad Civil.
Sé que en muchas comunidades este tema se está reflexionando con sinceridad y respeto. Es necesario fomentar un diálogo abierto, en un ambiente de respeto, fe y fraternidad, a fin de que los fieles tomen mayor conciencia de sus derechos y deberes, tanto en lo referido a proteger la integridad de los menores, como en la conveniencia de revisar estilos de acogida y acompañamiento, de liderazgo y autoridad.
Invito a todos los fieles a un tiempo de especial oración por los sacerdotes y consagrados de nuestra Iglesia. Pidan al Padre de misericordia que nos haga dóciles a su Espíritu; que sepamos ser humildes servidores suyos en cada persona y en sus necesidades. Demos gracias por el testimonio de tantos presbíteros y diáconos, religiosos, religiosas, laicos y laicas cuya vida entera refleja al Señor en el servicio que prestan a su pueblo. Que el desborde de fe y de gozo de estos discípulos – misioneros, nos vuelva a Cristo, centro de la vida y misión de
la Iglesia; una Iglesia que queremos humilde y servidora, casa abierta y acogedora, “mesa para todos” y recinto seguro de crecimiento humano y cristiano, para niños, jóvenes y familias.
En la herida abierta que desconsuela, el Señor nos dice: “No teman”; “como el Padre me ama a mí, así los amo yo a ustedes. Permanezcan en mi amor” (Jn 15,9). Permanezcamos unidos a Cristo, como la rama a la vid, y produciremos frutos abundantes. El dolor de este tiempo de poda, nos eduque. Sabemos que alcanzará sentido purificador y fecundo en Cristo Resucitado. La noche puede ser larga, pero finalmente amanecerá la luz, la luz verdadera, la que ilumina a todo hombre y que es Cristo el Señor. Los invito a caminar tras esta luz con confianza y perseverancia.
Con afecto de padre y pastor los saluda y bendice,
† Ricardo Ezzati A.
Arzobispo de Santiago
No hay comentarios:
Publicar un comentario