4 de diciembre de 2012
Martes de la Primera Semana de
Adviento
Lecturas:
Isaías 11,
1-10 / Salmo 71, 1-2. 7-8. 12-13. 17 ¡Que en sus días florezca la justicia!
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 10, 21-24
En aquel momento Jesús se estremeció de gozo,
movido por el Espíritu Santo, y dijo:
«Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la
tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y
haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me
ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como
nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera
revelar.» Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos
solos:
«¡Felices los ojos que ven lo que ustedes
ven!. ¡Les aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven
y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron!»
Palabra del Señor.
MEDITACION
En los días del establecimiento pleno
del Reino –que es lo que estamos esperando y para lo que nos preparamos con el
Adviento-- Él «juzgará con justicia a los
débiles y decidirá con rectitud para los pobres del país» (1L), «él librará al pobre que suplica
y al humilde que está desamparado. Tendrá compasión del débil y del pobre, y
salvará la vida de los indigentes» (Sal).
Los débiles y los pobres, sus favoritos,
son los mismos a quienes ha preferido el Padre, por sobre los favorecidos de
siempre, para revelarle las cosas de ese reinado que vamos construyendo desde
ya, con miras al Gran Momento y por quienes «Jesús
se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo».
Entonces, en clave de preparación, ¿cuál
debiese ser nuestra actitud hacia los pobres materiales? ¿cuáles son y qué debe
corregir la Iglesia, la sociedad, los medios, las autoridades, etc. las
opciones y decisiones que se toman con respecto a los más débiles?.
Señor que, siendo rico, te hiciste pobre
por nosotros, a fin de enriquecernos con tu pobreza, danos espíritu y corazón
generosos para con los empobrecidos y marginados, y no seguir las directrices
del mundo con respecto a ellos, no invisibilizándolos, sino, por el contrario,
trabajando por su dignidad y derechos. Así sea.
Ven pronto,
Señor de la Paz, el Amor y la Alegría,
Miguel.
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