2 de noviembre de 2012
Conmemoración de todos los fieles
difuntos
Lecturas:
I Corintios 15, 51-57 / Salmo 129, 1-8 Desde lo más profundo te invoco, Señor
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 11, 17-27
Cuando Jesús llegó, se encontró con que
Lázaro estaba sepultado desde hacía cuatro días. Betania distaba de Jerusalén sólo unos tres
kilómetros. Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la
muerte de su hermano. Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su
encuentro, mientras María permanecía en la casa.
Marta dijo a Jesús: "Señor, si hubieras
estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te
concederá todo lo que le pidas". Jesús le dijo: "Tu hermano
resucitará". Marta le respondió: "Sé que resucitará en la
resurrección del último día".
Jesús le dijo: "Yo soy la Resurrección y
la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en
mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?". Ella le respondió: "Sí, Señor,
creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo"
Palabra del Señor.
MEDITACION
¡Qué bien haría a nuestra salud
espiritual, y hasta física, además del buen efecto que produciría entre los no
creyentes, que ante la muerte de un ser querido pudiésemos confiar, como Marta:
«Sé que resucitará en la resurrección del
último día»!.
No se trata de exigir que no se sienta
dolor por la pérdida de un ser querido, de hecho el mismo Jesús, al ver el
cuerpo de su amigo, lloró (Jn 11,35). Se trata de que no
nos venza la desesperación en esos casos, con la certeza de que «La muerte ha sido vencida» (1L) una vez y para siempre por Aquel que se presentó como «la Resurrección y la Vida. El que cree en
mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás.
¿Crees esto?».
Si crees, si creo, si creemos en esto,
si podemos decir confiados «Mi alma
espera en el Señor, y yo confío en su palabra» (Sal), recordaremos que el nuestro «no
es un Dios de muertos, sino de vivientes» (Mc 12,27) y eso nos dará el
consuelo de saber que nuestro ser querido no ha desaparecido en la nada, sino
que va camino a ser acogido en los brazos del Padre Bueno y que allá nos
reencontraremos, cuando nos corresponda hacer nuestro propio viaje.
Renueva y refuerza nuestra fe, Señor. Para
que te veamos vivo y vivificador, hoy como ayer y seamos apoyo y consuelo para
los demás. Así sea.
Permitiendo que
la fe en el Señor de la Paz, el Amor y la Alegría haga grandes cosas por
nosotros,
Miguel.
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