10 de noviembre de 2012
Sábado de la Trigésima Primera
Semana Durante el Año
Lecturas:
Filipenses 4,
10-19 / Salmo 111, 1-2. 5-6. 8-9 Feliz
el hombre que teme al Señor.
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 16, 9-15
Jesús decía a sus discípulos:
«Gánense amigos con el dinero de la injusticia,
para que el día en que este les falte, ellos los reciban en las moradas
eternas.
El que es fiel en lo poco, también es fiel en
lo mucho, y el que es deshonesto en lo poco, también es deshonesto en lo mucho.
Si ustedes no son fieles en el uso del dinero injusto, ¿quién les confiará el
verdadero bien? Y si no son fieles con lo ajeno, ¿quién les confiará lo que les
pertenece a ustedes?
Ningún servidor puede servir a dos señores,
porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se interesará por el primero y
menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero.»
Los fariseos, que eran amigos del dinero,
escuchaban todo esto y se burlaban de Jesús. El les dijo: «Ustedes aparentan
rectitud ante los hombres, pero Dios conoce sus corazones. Porque lo que es
estimable a los ojos de los hombres, resulta despreciable para Dios.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
¿Podríamos decir como Pablo: «Yo sé vivir tanto en las privaciones como
en la abundancia; estoy hecho absolutamente a todo, a la saciedad como al
hambre, a tener de sobra como a no tener nada» (1L)?. O, tal vez quisiésemos tener más certezas materiales para nuestra
vida, creyendo, quizás, que somos capaces de «servir
a Dios y al Dinero». Por cierto, no conscientemente. Nos
repugna la idea. Pero, ¿qué otra cosa es nuestro afán permanente por trabajar
más horas que las reglamentarias, quitándole tiempo precioso e irrecuperable a
nuestros seres queridos? O ¿de qué otra manera se entiende que busquemos
permanentemente mejorar nuestra comodidad física y económica, a costa de no
permitirnos destinar algo de recursos a la solidaridad?.
En fin, cada uno con su examen de
conciencia. Nosotros, si queremos ser fieles a lo que decimos creer, debemos
confrontar nuestras actitudes y opciones con la Palabra de Dios que, hoy, por
ejemplo, quiere recordarnos que sólo es «dichoso
el que se compadece y da prestado, y administra sus negocios con rectitud. El
da abundantemente a los pobres: su generosidad permanecerá para siempre, y
alzará su frente con dignidad» (Sal).
Cuánto quisiéramos que nuestra fe nos
alcanzase para decir como el Apóstol «Yo
lo puedo todo en aquel que me conforta», hasta el punto de que nuestra
generosidad sea mayor que nuestro egoísmo. Sánanos, Señor.
Intentando
llenar de Paz, Amor y Alegría nuestras relaciones con Dios y los hermanos,
Miguel.
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