23 de noviembre de 2012
Viernes de la Trigésima Tercera
Semana Durante el Año
Lecturas:
Apocalipsis 10,
8-11 / Salmo 118, 14. 24. 72. 103. 111. 131 ¡Señor, qué dulce es tu palabra para mi boca!
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 19, 45-48
Jesús al entrar al Templo, se puso a echar a los
vendedores, diciéndoles: «Está escrito: Mi casa será una casa de oración, pero
ustedes la han convertido en una cueva de ladrones.»
Y diariamente enseñaba en el Templo. Los
sumos sacerdotes, los escribas y los más importantes del pueblo, buscaban la forma
de matarlo. Pero no sabían cómo hacerlo, porque todo el pueblo lo escuchaba y
estaba pendiente de sus palabras.
Palabra del Señor.
MEDITACION
Estamos lejos de los paisajes
pastoriles, pero entendemos más o menos bien, cuando Jesús dice: «Mis ovejas escuchan
mi voz, yo las conozco y ellas me siguen» (Jn 10,27). En esa imagen, Él,
el Buen Pastor, tiene ovejas suyas –sus discípulos de todos los tiempos- que lo
escuchan y le siguen.
La vida de un cristiano debiese ser un
permanente escuchar y seguir la Palabra del Señor, alimentarse de ella (cf 1L), degustando su sabor (cf Sal), con la actitud del
pueblo que «lo escuchaba y estaba
pendiente de sus palabras». Porque, mientras el mundo nos dice que la
felicidad está en comprar y consumir egoístamente, el Maestro manifiesta: «Felices
más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la practican» (Lc 11,28).
La pregunta que nos debemos hacer es a
quién le creemos nosotros…
Danos la disposición del profeta Samuel,
para que brote también de nuestro corazón su palabra y su actitud al decirte: «Habla,
Señor, porque tu servidor escucha» (1 Sam 3,9). Así sea.
Preparándonos
para la instauración definitiva del Reino de Paz, Amor y Alegría,
Miguel.
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