20 de noviembre de 2012
Martes de la Trigésima Tercera
Semana Durante el Año
Lecturas:
Apocalipsis 3,
1-6.14-22 / Salmo 14, 2-5 Al
vencedor, lo haré sentar conmigo en mi trono.
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 19, 1-10
Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad.
Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era el jefe de los
publicanos. El quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la
multitud, porque era de baja estatura. Entonces se adelantó y subió a un
sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí.
Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia
arriba y le dijo: «Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu
casa.» Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría.
Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: «Se
ha ido a alojar en casa de un pecador.» Pero Zaqueo dijo resueltamente al
Señor: «Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he
perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más.»Y Jesús le dijo: «Hoy ha
llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de
Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
Las lecturas del final de año han estado
llamándonos a meditar en el fin de los
tiempos y de nuestra vida «porque si no
vigilas, llegaré como un ladrón, y no sabrás a qué hora te sorprenderé» (1L).
Y, como parte de esta preparación, de
esta vigilia, es necesario vivir como corresponde a quien cree en el Señor de
la Vida. Él mismo nos enseña cómo. Ayer era un ciego el que se imponía a los
que lo hacían callar; hoy, un bajito que vence su dificultad subiendo a un árbol.
El invidente, luego de su sanación, se convierte en seguidor de Jesús, alabando
a Dios; Zaqueo, al sentirse acogido por el Señor, comparte sus bienes.
En suma, un discípulo del Maestro,
viviendo en la esperanza de su pronta venida, supera obstáculos para alabar a
Dios y compartir lo que tiene. Por lo tanto es «el que procede rectamente y practica la justicia; el que dice la
verdad de corazón y no calumnia con su lengua. El que no hace mal a su prójimo
ni agravia a su vecino, el que no estima a quien Dios reprueba y honra a los
que temen al Señor. El que no presta su dinero a usura ni acepta soborno contra
el inocente» (Sal).
Señor, que has venido a buscar y salvar
lo que estaba perdido, gracias por esa búsqueda constante y permanente de que
vivamos y crezcamos en el amor, para salvarnos del mal del egoísmo y el
individualismo. Gracias, Señor.
Preparándonos
para la instauración definitiva del Reino de Paz, Amor y Alegría,
Miguel.
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