10 de septiembre de 2012
Lunes de la Vigésimo Tercera
Semana Durante el Año
Lecturas de
hoy:
I Corintios
5, 1-8 / Salmo 5, 5-7. 12 Guíame, Señor, por tu justicia.
EVANGELIO
+ Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 6,
6-11
Un sábado, entró en la sinagoga y comenzó a enseñar. Había
allí un hombre que tenía la mano derecha paralizada. Los escribas y los
fariseos observaban atentamente a Jesús para ver si curaba en sábado, porque
querían encontrar algo de qué acusarlo. Pero Jesús, conociendo sus intenciones,
dijo al hombre que tenía la mano paralizada: «Levántate y quédate de pie
delante de todos.» El se levantó y permaneció de pie.
Luego les dijo: «Yo les pregunto: ¿Está permitido en sábado,
hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla?» Y dirigiendo una mirada a
todos, dijo al hombre: «Extiende tu mano.» El la extendió y su mano quedó
curada.
Pero ellos se enfurecieron, y deliberaban entre sí para ver
qué podían hacer contra Jesús.
Palabra del Señor.
MEDITACION
Qué miserable puede llegar a ser el corazón humano.
Los escribas y fariseos «querían
encontrar algo de qué acusarlo». No era posible que se despojaran «de la vieja levadura, para ser una nueva
masa» (1L), porque era más
fuerte su aferrarse a las tradiciones (Mc 7,3) que una mirada honesta. Y eso los
enceguecía al bien evidente que Él realizaba.
Por cierto no era una mera “tradición” el respeto
por el sábado, sino un Mandamiento de Dios (Ex 20,8). El gran error de esas buenas personas
que eran los fariseos (Flp 3,4-5) fue hacer una lectura fundamentalista de ese y
todos los preceptos divinos, poniendo más énfasis en lo que había que cumplir,
que en el sentido último por el que existían las normas, con lo que se
distorsionaba la imagen de Dios Padre (Mc 2,27), olvidando que «Tú no eres un Dios que ama la maldad» (Sal). Corrección que asume como una de sus
principales tareas Jesús (Mt 11,27; Jn 14,23).
¿No sería adecuado, en lo colectivo, que revisáramos
los criterios con que realizamos nuestras prácticas religiosas: si ponemos en
primer lugar la persona y sus necesidades o repetimos ritos y aplicamos normas
porque siempre ha sido así? Y en lo personal, ¿valoramos el bien realizado sin
importar quién o en qué condiciones se hace?
Señor «tú proteges a los que aman tu Nombre». Por
eso, enséñanos a amarlo en el respeto y caridad por todos tus hijos. Y gracias
por tu amor y protección permanente.
Destrabando la
lengua para anunciar lo que hemos oído de la Paz, Amor y Alegría del Reino,
Miguel.
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