22 de septiembre de 2012
Sábado de la Vigésimo Cuarta
Semana Durante el Año
Lecturas de
hoy:
Corintios
15, 35-37. 42-49 / Salmo 55, 10-14 Caminaré delante de Dios en la luz de la vida.
EVANGELIO
+ Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 8,
4-15
Como se reunía una gran multitud y acudía a Jesús gente de
todas las ciudades, él les dijo, valiéndose de una parábola: «El sembrador
salió a sembrar su semilla. Al sembrar, una parte de la semilla cayó al borde
del camino, donde fue pisoteada y se la comieron los pájaros del cielo. Otra
parte cayó sobre las piedras y, al brotar, se secó por falta de humedad. Otra
cayó entre las espinas, y estas, brotando al mismo tiempo, la ahogaron. Otra
parte cayó en tierra fértil, brotó y produjo fruto al ciento por uno.»
Y una vez que dijo esto, exclamó: «¡El que tenga oídos para
oír, que oiga!»
Sus discípulos le preguntaron qué significaba esta parábola,
y Jesús les dijo: «A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del
Reino de Dios; a los demás, en cambio, se les habla en parábolas, para que
miren sin ver y oigan sin comprender.
La parábola quiere decir esto: La semilla es la Palabra de Dios. Los que
están al borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el demonio y
arrebata la Palabra
de sus corazones, para que no crean y se salven.
Los que están sobre las piedras son los que reciben la Palabra con alegría,
apenas la oyen; pero no tienen raíces: creen por un tiempo, y en el momento de
la tentación se vuelven atrás.
Lo que cayó entre espinas son los que escuchan, pero con las
preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, se van dejando ahogar
poco a poco, y no llegan a madurar. Lo que cayó en tierra fértil son los que
escuchan la Palabra
con un corazón bien dispuesto, la retienen, y dan fruto gracias a su
constancia.
Palabra del Señor.
MEDITACION
El último Domingo el Señor enseñaba que el camino
hacia el Reino pasa por el dolor. Hoy podemos cerrar el arco meditando en los
frutos de asumir la cruz.
«El sembrador salió a
sembrar su semilla». Sin embargo, lo que siembra no llega a tener vida,
si antes no muere (1L); sólo «si muere, da mucho fruto» (Jn 3,24). Porque «el que
quiera salvar su vida, la perderá» (Mt 16,25). ¿De qué manera?: por su actitud
superficial, el demonio «arrebata la Palabra de sus corazones»;
o «en el momento de la tentación se
vuelven atrás»; o permiten que «las
preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida» ahoguen la voz de
Dios en su interior.
En cambio, quienes «escuchan la Palabra
con un corazón bien dispuesto», pueden esperar que esa buena y poderosa semilla
dé abundantes frutos de la mejor calidad. Gracias a Dios (cf 1 Co 15,10), «porque tú libraste mi vida de la muerte y mis pies de la caída, para
que camine delante de Dios en la luz de la vida» (Sal).
No te canses nunca de sembrar tu Palabra en nuestros
corazones, Señor. Y permite que demos el fruto que esperas de nosotros, para el
bien de nuestros hermanos, a quienes tanto amas. Amén.
Poniendo la fe
en el Mesías que debe pasar por la cruz para llevarnos a la Paz, el Amor y la Alegría del Reino,
Miguel.
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