1 de agosto de 2012
Miércoles de la Décimo Séptima Semana
Durante el Año
Lecturas de
hoy:
Jeremías
15, 10. 16-21 / Salmo 58, 2-4. 10-11. 17-18 Señor, tú eres mi refugio en el peligro.
EVANGELIO
+ Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 13,
44-46
Jesús dijo a la multitud:
«El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en
un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría,
vende todo lo que posee y compra el campo.
El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que
se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a
vender todo lo que tenía y la compró.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
«Feliz el hombre que encontró la sabiduría y el que
obtiene la inteligencia, porque ganarla vale más que la plata y ella rinde más
que el oro fino! Es más preciosa que las perlas y nada apetecible se le puede
igualar» (Prov 3,13-14).
«Todo lo que ha sido escrito en el pasado, ha sido escrito para nuestra
instrucción, a fin de que por la constancia y el consuelo que dan las
Escrituras, mantengamos la esperanza» (Rm 15,4).
Canta el orante «Dios
es mi baluarte; él vendrá a mi encuentro con su gracia» (Sal). Es bueno
darse cuenta que Él sale al encuentro de todos y cada uno de muchas maneras,
una de las cuales es el tesoro y la perla preciosa del Reino, manifestado en su
Palabra contenida en la Biblia,
la que es el «gozo y la alegría de mi
corazón» (1L; Sal 119,111).
Bueno es, entonces, tener este contacto diario con
los textos que sugiere la
Iglesia, que se encuentran disponibles de múltiples maneras.
Mejor es si se tiene una interacción permanente con el libro sagrado. Y mucho
mejor es si esa relación con la
Palabra se hace comunitariamente.
Sintámonos llamados, invitados, seducidos a
encontrar el tesoro del amor de Dios en las escrituras.
La ley del Señor es perfecta, reconforta el alma; el
testimonio del Señor es verdadero, da sabiduría al simple. Los preceptos del
Señor son rectos, alegran el corazón; los mandamientos del Señor son claros,
iluminan los ojos. La palabra del Señor es pura, permanece para siempre; los
juicios del Señor son la verdad, enteramente justos. Son más atrayentes que el
oro, que el oro más fino; más dulces que la miel, más que el jugo del panal.
También a mí me instruyen: observarlos es muy provechoso. Pero ¿quién advierte
sus propios errores? Purifícame de las faltas ocultas. Presérvame, además, del
orgullo, para que no me domine; entonces seré irreprochable y me veré libre de
ese gran pecado. ¡Ojalá sean de tu agrado las palabras de mi boca, y lleguen
hasta ti mis pensamientos, Señor, mi Roca y mi redentor! (Sal 19,8-15).
Buscando
multiplicar solidariamente el pan de la
Paz, el Amor y la
Alegría,
Miguel.
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