PREPAREMOS
EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
2 de septiembre de 2012
Vigésimo Segundo Domingo
Durante el Año
Lecturas de hoy:
Deuteronomio 4,
1-2. 6-8 / Salmo 14, 2-5 Señor, ¿quién se habitará en tu Casa? / Santiago 1, 17-18. 21-22. 27
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según
san Marcos 7, 1-8.
14-15. 21-23
Los fariseos con algunos escribas llegados de Jerusalén se acercaron a
Jesús, y vieron que algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es
decir, sin lavar.
Los fariseos, en efecto, y los judíos en general, no comen sin lavarse
antes cuidadosamente las manos, siguiendo la tradición de sus antepasados; y al
volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones. Además, hay
muchas otras prácticas, a las que están aferrados por tradición, como el lavado
de los vasos, de las jarras y de la vajilla de bronce y de las camas.
Entonces los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: «¿Por qué tus
discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados,
sino que comen con las manos impuras?»
Él les respondió: «¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el
pasaje de la Escritura
que dice:
"Este pueblo me honra con los labios,
pero su corazón está lejos de mí.
En vano me rinde culto:
las doctrinas que enseñan
no son sino preceptos humanos".
Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de
los hombres».
Y Jesús, llamando otra vez a la gente, les dijo: «Escúchenme todos y
entiéndanlo bien. Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo;
lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre. Porque es del interior,
del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las
fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la
maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el
orgullo, el desatino. Todas estas cosas malas proceden del interior y son las
que manchan al hombre».
Palabra del Señor.
MEDITACION
Toda religión corre el riesgo de sufrir
la desviación de llegar a considerar más importantes las formas que se han ido
creando con el paso del tiempo, que el contenido profundo y original de ella.
Entrar o “habitar” en la “casa de Dios” es
poder estar en la presencia de lo más sagrado: es la intimidad con el mismo
Señor es lo opuesto a «su corazón está
lejos de mí». Y son acogidos ahí más que aquellos que siguen «prácticas, a las que están aferrados por
tradición»; más que quien sólo le «honra
con los labios», porque «dejan de lado el
mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres» (cf. Hch 5,29). Mucho más que todo eso externo, entonces,
se entra en comunión con Dios cuando se observa «los mandamientos del Señor, su Dios, tal como yo se los prescribo»
(1L), porque «todo lo que es bueno y perfecto es un don de lo alto y desciende del
Padre» (2L). En resumen, habita la casa de Dios o
entra en comunión profunda con Él (cf. Jn 14,23): «el que procede rectamente y
practica la justicia» (Sal).
El Maestro desplegó mucho tiempo y
energía en despejar de esos lastres la fe del Pueblo de Dios, para liberarlo. Sería
muy apropiado preguntarnos si en nuestra forma de vivir la fe hay también
cadenas que nos pesan, manifestadas en una recarga de obligaciones que terminan
por alejarnos del culto auténtico: «Este es el ayuno que yo amo -oráculo del
Señor-: soltar las cadenas injustas, desatar los lazos del yugo, dejar en
libertad a los oprimidos y romper todos los yugos; compartir tu pan con el
hambriento y albergar a los pobres sin techo; cubrir al que veas desnudo y no
despreocuparte de tu propia carne. Entonces despuntará tu luz como la aurora y
tu llaga no tardará en cicatrizar; delante de ti avanzará tu justicia y detrás
de ti irá la gloria del Señor» (Is 58,6-8; cf.1 Jn 4,20-21; Miq 6,6-8).
Danos de tu sabia libertad, Señor, para
descubrir lo que nos hace crecer y ser capaces de intentar vivir la fraternidad
activa, una y otra vez, tomados de tu mano, hasta entrar en tu casa, si así lo
quiere tu misericordioso corazón. Amén.
Con Paz, Amor y
Alegría para entrar en comunión con Dios,
Miguel.
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