18 de julio de 2012
Miércoles de la Décimo Quinta Semana
Durante el Año
Lecturas de
hoy:
Isaías
10, 5-7. 13-16 / Salmo 93, 5-10. 14-15 El Señor no abandona a su pueblo.
EVANGELIO
+ Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 11,
25-27
Jesús dijo:
«Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber
ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los
pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo
sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el
Hijo se lo quiera revelar.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
Ayer aprovechábamos una
exclamación de María, hoy usaremos otra, que nos ayuda a meditar en la acción
de Dios en el mundo: «Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios
de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó
de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías.» (Lc 1,51-53).
Es probable que en el calor
y cobijo del hogar Jesús aprendió de su madre a maravillarse por la forma como
realiza sus prodigios el Padre Dios. Es que «El
que hizo el oído, ¿no va a escuchar? El que formó los ojos, ¿será incapaz de
ver?». Claro que no, «porque el Señor
no abandona a su pueblo» (Sal;
cf.Ex 3,7).
Y, como conoce bien nuestra
naturaleza, sabe muy bien que «los sabios
y los prudentes», están demasiado llenos de sí mismos para que pueda entrar
en ellos la sabiduría divina, en cambio «los pequeños» tienen mejor disposición
a acoger lo que «el Hijo le quiera
revelar».
Entonces, una vez más
sintámonos llamados a ir “contra la corriente” con la fuerza del evangelio
para, en vez de buscar el éxito y el progreso individualista y egoísta que
predica la sociedad de consumo –cuyo logro es llegar a ser “soberbios de
corazón, sobre tronos y riquezas”-; mejor es seguir el ejemplo del que es «humilde
de corazón» (Mt 11,29), quien reina desde la cruz y en su pobreza «no
tiene dónde reclinar la cabeza» (Mt
8,20). Porque, pese a ser Hijo de Dios «no
vino para ser servido, sino para servir» (Mt 20,28). Y
espera que sus discípulos actuemos de la misma manera.
Danos la gracia de crecer en la sabiduría del Reino,
Señor. Esa que hace despreciar riquezas y dignidades que ciegan a tu voluntad
de elevar a los humildes y colmar de bienes a los hambrientos, para después
sentir el envío a trabajar porque esta realidad se construya y se extienda por
esta tierra que hiciste tuya. Así sea.
Enviados a ser
testigos de la Paz,
el Amor y la Alegría
de Dios,
Miguel.
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