28 de abril de 2012
Sábado de la Tercera Semana de
Pascua
Lecturas de
hoy:
Hechos 9, 31-42 / Salmo Sal 115, 12-17 ¿Con qué pagaré al Señor todo el bien que me hizo?
EVANGELIO
+ Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo según san Juan 6,
60-69
Después de oírlo, muchos de sus discípulos decían: «¡Es duro
este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?»
Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo:
«¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasará entonces, cuando vean al Hijo del hombre
subir donde estaba antes? El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada
sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida. Pero hay entre ustedes
algunos que no creen.»
En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran
los que no creían y quién era el que lo iba a entregar.
Y agregó: «Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí,
si el Padre no se lo concede.»
Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de
él y dejaron de acompañarlo.
Jesús preguntó entonces a los Doce: «¿También ustedes
quieren irse?»
Simón Pedro le respondió: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes
palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de
Dios.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
Mientras la primera lectura de hoy nos cuenta que la
naciente Iglesia “se iba consolidando,
vivía en el temor del Señor y crecía en número, asistida por el Espíritu Santo”,
dejando entrever que el aumento de la cantidad se debía principalmente a los
signos milagrosos que obraban los apóstoles; en el evangelio, en contraste, nos
encontramos con que “muchos de sus
discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo”, porque les
escandalizó el discurso sobre el pan de Vida, que debía comerse y que era Él
mismo; es decir, los defraudó un Mesías que no era a la manera que ellos creían
que debía ser.
Preguntémonos si nuestra vida de fe no se mueve
entre esos dos polos también; si nos es tan extraño estar cerca del Señor
cuando las cosas andan bien y que se nos enfríe el seguimiento en medio de las
dificultades.
Pero, además, aprovechemos al personaje central
(descontado el Señor, por cierto) de ambos textos –Pedro- para que nos sirva
como modelo de lo que debe ser un discípulo del Resucitado: primero, ante la
inquietud y las zozobras de la vida, debemos, como él, reconocer que no hay
lugar mejor dónde ir que hacia el mismo Jesús, porque nadie más tiene “palabras de Vida eterna”; y, en segundo
lugar, lo vemos muy dinámico (“en una
gira por todas las ciudades”), sanando, auxiliando, socorriendo a los
demás.
Una vez más, Dios primero, e inmediatamente después
los hermanos: amar a Dios y al prójimo.
Con los versos del salmista te alabamos, diciendo: “¿Con qué pagaré al Señor todo el bien que
me hizo?. Cumpliré mis votos al Señor, en presencia de todo su pueblo. Yo,
Señor, soy tu servidor, tu servidor, lo mismo que mi madre: por eso rompiste
mis cadenas”.
Paz, Amor y
Alegría para tu día y tu vida.
Miguel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario