PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA
DEL SEÑOR
16 de diciembre de 2012
Tercer Domingo de Adviento
Lecturas:
Sofonías 3,
14-18 / Salmo Is 12, 2-6 ¡Aclamemos al Señor con alegría! / Filipenses 4, 4-7
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 3, 2-3. 10-18
Dios dirigió su palabra a Juan, hijo de
Zacarías, que estaba en el desierto. Este comenzó entonces a recorrer toda la
región del río Jordán, anunciando un bautismo de conversión para el perdón de
los pecados. La gente le preguntaba: «¿Qué debemos hacer entonces?»
El les respondía: «El que tenga dos túnicas,
dé una al que no tiene; y el que tenga qué comer, haga otro tanto.»
Algunos publicanos vinieron también a hacerse
bautizar y le preguntaron: «Maestro, ¿qué debemos hacer?»
El les respondió: «No exijan más de lo
estipulado.»
A su vez, unos soldados le preguntaron: «Y
nosotros, ¿qué debemos hacer?»
Juan les respondió: «No extorsionen a nadie,
no hagan falsas denuncias y conténtense con su sueldo.»
Como el pueblo estaba a la expectativa y
todos se preguntaban si Juan no sería el Mesías, él tomó la palabra y les dijo:
«Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni
siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en
el Espíritu Santo y en el fuego. Tiene en su mano la horquilla para limpiar su
era y recoger el trigo en su granero. Pero consumirá la paja en el fuego
inextinguible.»
Y por medio de muchas otras exhortaciones,
anunciaba al pueblo la Buena Noticia.
Palabra del Señor.
MEDITACION
«¡Grita de alegría […] Alégrate y regocíjate de todo corazón!» (1L) hermana, hermano, porque puedes ver y
sentir que «este es el Dios de mi salvación: yo tengo confianza y
no temo, porque el Señor es mi fuerza y mi protección; él fue mi salvación. […]
Canten al Señor porque ha hecho algo grandioso: ¡que sea conocido en toda la
tierra! ¡Aclama y grita de alegría!» (Sal). «Vuelvo a insistir, alégrense»
(2L), agradeciendo que Dios envía su palabra
a Juan -y a otros muchos, en ese tiempo y siempre- quien, «por medio de muchas otras exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena
Noticia».
El cristianismo debe ser fuente de gozo
o algo falla en la fe de quienes dicen profesarlo.
Vamos acotando más el mensaje para este
Adviento.
La semana pasada, recordemos, nos
hablaba de la conversión. Preguntemos, a propósito de esto a Juan: «¿Qué debemos hacer entonces?»
Escuchemos su respuesta: Venzan el
egoísmo, «el que tenga dos túnicas, dé
una al que no tiene; y el que tenga qué comer, haga otro tanto»; sean
honrados, «no exijan más de lo estipulado»;
respeten a su prójimo, «no extorsionen a
nadie, no hagan falsas denuncias y conténtense con su sueldo»; además, sean
humildes, porque «viene uno que es más
poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus
sandalias».
¿Vemos signos semejantes en nuestra
sociedad hoy?
Porque se habla demasiado livianamente del
“espíritu navideño” asociándolo con árboles nevados, el anciano barbudo y
abrigado y los colores y las luces múltiples.
Claro que hay algunos más piadosos que prefieren
vincularlo a pesebres, Misa de Navidad y coronas de Adviento: todas cosas
buenas, pero si no van acompañadas con vivencias como las indicadas por el
Bautista, quedan vacías de sentido cristiano. Debido a que, si recordamos bien,
la enseñanza de Aquel que nace en Navidad –el que le da nombre y contenido a lo
que es cristiano- estará centrada en el Amor, siempre y en toda circunstancia. Por
lo que superar el egoísmo, actuar con
honradez, respetar a los demás y vivir con humildad se acerca mucho más
al auténtico espíritu que debiese caracterizar estos días y también toda la
vida de quienes se digan cristianos.
La voz que clama en el desierto nos dice
que es posible cambiar, apoyados en Dios, quien abre caminos donde parece
imposible. Pero, ojo: la conversión no es un acto masoquista de imponerse cosas
que no nos gustan; más bien es ponerse “en sintonía” con el amor y la bondad
del Señor, participando con alegría en el plan que Él quiere realizar en
nosotros mismos, y desde nosotros, en toda la sociedad, para que, de esa
manera, todos sus hijos tengamos una vida plena.
El Tercer Domingo de Adviento es para la
Liturgia el Domingo de la Alegría. Tomando en cuenta lo que hemos meditado nos sería
provechoso tener presente este día que «La felicidad está más en dar que en
recibir» (Hechos 20,35).
Tal como reconocemos que creemos y te
pedimos que aumentes nuestra fe, aceptamos que queremos convertirnos y te
rogamos que hagas crecer nuestra convicción, nuestro valor y nuestro corazón
hasta hacer posible ese logro al que nos invitas, porque sólo así te veremos y
poseeremos el gozo de la vida plena. Gracias, Señor.
Llenos del gozo
de haber recibido la Buena Noticia de la Paz, el Amor y la Alegría,
Miguel.
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