1 de noviembre de 2012
SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS
Lecturas:
Apocalipsis 7, 2-4. 9-14
/ Salmo 23, 1-6 ¡Benditos los que buscan al Señor! / I Juan 3, 1-3
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 4, 25---5, 12
Seguían a Jesús grandes multitudes, que llegaban de Galilea, de la
Decápolis, de Jerusalén, de Judea y de Transjordania.
Al
ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se
acercaron a Él. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:
«Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el
Reino de los Cielos.
Felices los afligidos, porque serán consolados.
Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.
Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.
Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.
Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de
Dios.
Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a
ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los
calumnie en toda forma a causa de mí.
Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran
recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los
precedieron».
Palabra del Señor.
MEDITACION
Por razones prácticas –ya que este día
era feriado y no el día 2, que es la Fiesta de Todos los Difuntos- y también
por la ignorancia que nos caracteriza a la mayoría de los católicos en los
temas de nuestra propia religión, solemos aprovechar la Solemnidad de Todos los
Santos para visitar cementerios y recordar a nuestros muertos.
Como decíamos ése es tema de mañana. Hoy
somos invitados a celebrar las vidas de esa «enorme
muchedumbre, imposible de contar, formada por gente de todas las naciones,
familias, pueblos y lenguas» (1L), que son todos
aquellos que vivieron las bienaventuranzas anónimamente y, debido a eso, pese a
no haber sido (aún) canonizados, recibieron «la
bendición del Señor, la recompensa de Dios, su Salvador» (Sal). Es decir, son santos a sus ojos.
Pero esta invitación es para todos.
Porque los bautizados «desde ahora somos
hijos de Dios, y lo que seremos no se ha manifestado todavía» (2L), o sea, potencialmente somos capaces, por la gracia del Espíritu Santo
que mora en nosotros, de sentir la felicidad de identificar nuestra alma con la
de los pobres, de afrontar con una sonrisa las aflicciones, de vivir
gozosamente la paciencia, de manifestar el hambre y la sed de justicia, de
reflejar la misericordia, de purificar el corazón, de trabajar por la paz y de,
cuando corresponda, aceptar con alegría la persecución de quienes se vean
afectados porque practicamos la justicia de esa manera.
Gracias, Señor, por aquellos santos que
caminaron silenciosa, pero potentemente a nuestro lado, dándonos inspiración. Y
te agradecemos, también, por la gracia que has puesto en nosotros para
acercarnos a tu Santidad.
Permitiendo que
la fe en el Señor de la Paz, el Amor y la Alegría haga grandes cosas por
nosotros,
Miguel.
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