El domingo 33° del año litúrgico fue celebrado con la Eucaristía que presidió el padre Hernán.
En la homilía nos indicó que en estos últimos domingos del año la tensión litúrgica nos llama la atención sobre el final de la historia humana, pero con la prevención de que “no viven en las tinieblas para que ese Día los sorprenda como un ladrón: todos ustedes son hijos de la luz”, como señala la segunda lectura (I Tesalonicenses 5,1-6) y luego la imagen de “talentos” del evangelio (Mateo 25,14-30), donde resaltó el hecho de la confianza demostrada por el dueño hacia sus empleados, ya que poner a disposición de otros el dinero propio, no lo hace cualquiera. También fijó su atención en el tercero de los empleados, quien tenía una imagen falsa de su señor, porque estaba preso de su temor.
Entonces, al culminar este periodo anual, el Señor hace una especie de balance, donde debemos preguntarnos ¿nos castigará?. Sentimos que no será así, porque Dios es misericordioso, pero tampoco se lo puede engañar: su repartición de talentos es según la capacidad, y a mayor capacidad, mayor es la responsabilidad.
Hay quien dice: “soy buen católico, porque no me meto con nadie”, sin embargo, la primera lectura (Proverbios 31,10-13.19-20.30-31) destaca a quien sabe aprovechar sus talentos. No podemos presentarnos al Señor con miedo (me diste fe, aquí la tengo intacta), somos invitados a ser imaginativos para expresar nuestra fe.
Usando el ejemplo del cardenal Roncalli, elegido para suceder al papa Pío XII, por ser viejo y campesino, como un paréntesis mientras se buscaba otro con más cuidado posteriormente. Sin embargo, con el nombre de Juan XXIII, él abrió las ventanas de la Iglesia “porque hacía falta aire fresco” en ella y convocó al Concilio Vaticano II, que el próximo año cumple 50 años desde su inicio y aún hoy reflexionamos sobre sus resultados y se busca la forma de aplicar sus indicaciones, nos invitó a ser creativos y poner los talentos al servicio del Reino de Dios, porque no podemos sentirnos satisfechos de reunirnos sólo el domingo, sino también en la semana; y no sólo en el edificio de la capilla, sino en el barrio, donde hay muchos enfermos, ancianos y gente solitaria a quien se puede servir. Es una tarea pendiente.
Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío.
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