Este 32° domingo del periodo común del año celebramos con una liturgia presidida por el ministro Miguel.
Comparó, al iniciar su comentario, la imagen de las jóvenes “necias” del evangelio de hoy (Mateo 25,1-13) con la imprevisión de la llamada “panne del tonto”, por no prever con tiempo que el aceite de sus lámparas podría apagarse. Luego, recalcó que el centro de esta comparación de Jesús acerca del Reino vuelve a ser, como hace unas semanas, una boda del hijo del rey (de Dios) con toda la humanidad, lo que es una bella imagen, para descartar los terrores, es decir: contentos y con las lámparas encendidas. Lo que mantiene encendidas las lámparas es la enseñanza permanente de Jesús: el amor por el prójimo.
Por eso, afirmó, la primera lectura (Sabiduría 6,12-16) habla de la sabiduría, lo contrario de ser necio, que es “es luminosa y nunca pierde su brillo”, como la lámpara del evangelio, por lo que si somos sabios, recordaremos las enseñanzas del Señor y amando mantendremos las lámparas encendidas. Por eso, cuando en la parábola las necias les piden a las prudentes de su aceite, no hay egoísmo en su respuesta; es que no pueden darles de lo que no tuvieron en toda su vida: no pueden a último momento intentar ser solidarias, fraternales, generosas y preocupadas de los demás. Cada uno es responsable de su propia forma de vivir la vida. Refrenda esto diciendo que la vida es el momento de mantener las lámpara encendidas y preparadas, todo el tiempo, porque “nunca sabemos el día ni la hora”.
Insistió en que, por el amor que Cristo nos tiene, nos advierte con tiempo y con reiteración, que es necesario estar preparados, lo que no significa, dijo, ir a todos los Mes de María o saberse todos los rezos o visitar distintos santuarios. Recordó, a propósito, la frase del Señor “misericordia quiero y no sacrificios” (Mt 9, 13 cf. Oseas 6,6), aplicándolo como si nos dijera Dios “no me interesan tus ritos, sino tu amor al otro, por amor a mí”, insistiendo en que el amor es el “aceite” de nuestras lámparas y que tenemos toda una vida de avertencias para prepararnos en el amor, por lo que no debiese pillarnos sin preparación la invitación alegre a la celebración de la boda del final de los tiempos.
Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío.
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