En este Domingo 15° del Tiempo común la liturgia en nuestra capilla fue presidida por el ministro José.
Al comentar el Evangelio (Mateo 13, 1-9) planteó que Jesús enseña por medio de parábolas (o ejemplos, o metáforas) al uso oriental, para acercar la enseñanza a los de que lo escuchaban y a nosotros.
Jesús es el sembrador y su Palabra es la semilla. Por eso indicó que en la Biblia podemos encontrar respuesta a todas nuestras inquietudes y es necesario que tengamos una en nuestros hogares.
Posteriormente, fue analizando los diferentes terrenos en que cae la semilla de la parábola.
Nos dijo que los “pájaros” que se la comen son las tentaciones, el consumismo, los malos pensamientos, la envidia, el mal genio… Es decir, Jesús se refiere a lo cotidiano, no habla de vidas de santos, sino de nuestra vida de cada día.
Siguió por el “terreno pedregoso”, al que identificó con la “cabeza dura” de los que prefieren seguir como están, como diciendo: “Jesús es para la Misa y nada más”, cuando en realidad venimos los domingo a recibir la semilla de la Palabra. Los de “terreno pedregoso” tienen el corazón tan apretado que la semilla, en vez de ser sembrada “rebota”.
Continuó asimilando las “espinas” a las actitudes o pensamientos que alejan de una buena vida, que es todo lo que ahoga la semilla.
Por último expresó que Jesús nos pide ser tierra fértil, para lo que debemos apartar las piedras y todo lo malo, como ocurre en nuestros campos y así la semilla dé buenos frutos, aclarando que sólo Dios sabe cuánto rendirá nuestro terreno y valorará el esfuerzo que hagamos.
Después nos recordó que todos somos también sembradores, tratando que el mundo sea un poco mejor: el mundo que nos rodea, el primer prójimo que se encuentra en nuestra propia familia, porque, como se dice, “la caridad empieza por casa”.
Concluyó reflexionando en que hoy venimos a que Jesús siembre en nuestros corazones y tengamos una buena cosecha durante la semana, durante el año y toda la vida.
Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío.
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