Hoy, nuestra Liturgia la presidió el Ministro Miguel.
En el momento de comentar las lecturas de hoy, dio la palabra para que la comunidad contara lo que les “llegó al corazón”.
Una persona dijo que debía prepararse para recibir al Niño Dios dejando muchas cosas de lado, perdonando, dedicándose más a los demás, porque con la ayuda del Señor todo se puede; a otra le llamó la atención la actitud disponible de María y José y trataría de imitarla, pese a sus limitaciones; otro, resaltó la figura de san José, varón justo, del que se sabe poco; otra, agregó a la imagen de José la de María y los vio como un signo valioso a imitar por los matrimonios; y otra más se sintió invitada a ponerse a disposición del Señor en los demás.
El ministro, por su parte, nos hizo mirar el año civil que termina, que debía ser de fiesta por el Bicentenario y, sin embargo, fue un año estremecedor literal y emocionalmente, partiendo desde el terremoto y siguiendo por los muchos acontecimientos de todos conocidos. Entonces, nos invitó a apoyarnos en las lecturas de hoy para hacer una especie de evaluación del 2010 que va terminando.
Nos contó que el origen de la primera lectura (Isaías 7, 10-14) está en lo que acontece al Reino de Judá, donde el rey Ajaz, ante la disyuntiva de verse rodeado por imperios poderosos, decide aliarse a uno de ellos (el más fuerte), confiando en su cuidado la protección de su país, por tanto desconfiando del cuidado de Dios. Entonces, el profeta Elías para evitar ese error, le propone al rey pedirle una señal al Señor, para que compruebe que no abandonará a su pueblo; y el rey, como buen político, dice lo que se debería decir: “No lo pediré ni tentaré al Señor”. Pero como el profeta conoce el corazón del rey y sabe que lo dice no por piedad, sino porque ya tomó la decisión y no quiere que Dios se la cambie, le da igual una señal, que se convierte en signo para la humanidad: la Virgen da a luz al Dios con Nosotros.
Y así, llegamos al Evangelio de hoy (Mt 1, 18-24), donde, nos dijo el Ministro, el dilema de José no es, como se suele creer, que tenga dudas sobre la fidelidad de María, sino, más bien, es la actitud del “varón justo”, que quiere hacer lo que sea correcto según la voluntad de Dios. Su esposa, respetuosa de su vínculo con él, le había informado lo de su preñez misteriosa anunciada por Gabriel, entonces, José siente lo que debiese sentir una persona de fe: indignidad de estar cerca de lo sagrado, ¿qué hace un mortal con esta mujer que ha sido tocada por lo divino?. José adopta la actitud de Moisés ante Dios o la de Pedro que le dice al Señor “aléjate de mí, que soy un pecador”; o la del soldado romano que reconoce que “no es digno de que entre en su casa”. En esa actitud de meditación abierta a lo divino, el ángel le habla en sueños y le dice que él está incluido en estos planes: Dios lo necesita para que sea el padre terrenal de su hijo y lo inserte en la familia de David, de donde debía venir el Mesías esperado. José era necesario para que Dios esté con nosotros.
Entonces, asocia el ministro, ante las dificultades de la vida, Dios tiene una palabra que decir y podemos adoptar la actitud desconfiada de Ajaz o la abierta a la voluntad del Señor de José. Así que nos invitó a mirar de esta manera nuestro año que termina: ¿cómo hemos actuado ante cada acontecimiento? O, usando palabras del Padre Hurtado, ¿qué habría hecho Cristo en mi lugar en cada momento difícil, complejo o delicado que tuvo nuestra vida este 2010 y siempre?.
Nos invitó por último a hacer norma de vida la actitud de José: poner en manos de Dios nuestras grandes decisiones y luego obedecer su voluntad.
Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío.
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