Hoy, nuestra Liturgia fue presidida por el Hermano Ricardo, nuestro Diácono en tránsito.
Manifestó que es “rico” que nuestro año eclesial, distinto al año civil, comience con el Tiempo de Adviento, comience con esperanza. Porque es un tiempo de espera gozosa de Jesús que nace de una mujer que dijo “sí” y, gracias a ella, pudimos contar con la presencia del Dios vivo en medio nuestro.
Y, recalcó, queremos esperarlo de una manera distinta a la ambiental, con ofertas, consumismo y presión por las compras. Es importante que en nuestro mundo se hable de esperanza, que los cristianos donde estemos demos testimonio de que Jesús se encuentra en medio nuestro. Es un “ya” (actual, presente, hoy), pero a la vez un “todavía no” (lo esperamos en su gloriosa vuelta), por eso nos reunimos en comunidad.
Mirando las lecturas de hoy, nos habló del profeta Isaías que en el 765 al 700 a .C. escribió su libro, uno de los más grandes del Antiguo Testamento, contándonos mucho del Mesías que viene, pero también, como en la primera lectura de hoy (Isaías 2, 1-5) nos cuenta del nuevo tiempo que vendrá en el futuro. Nos recordó que Jerusalén es una ciudad complicada hoy por la discordia entre judíos y palestinos y nos dijo que es como un símbolo de cómo vive el mundo: ambos pueblos son hermanos, provienen del mismo patriarca Abraham, pero no encuentran la armonía y luchan unos contra otros. Pero en este ambiente, nosotros, los cristianos, debemos ser testimonio de paz; después, el texto de Pablo (Romanos 13, 11-14) nos hace poner atención a cómo vivimos, ya que la dirige a una comunidad perseguida a la que anima a no quedarse en la lamentación, sino a seguir trabajando y dando testimonio de lo que creían, igual como debemos hacer nosotros. Era una comunidad que iba perdiendo la emoción de la espera en la segunda venida de Cristo (como podría pasarnos a nosotros hoy), entonces, Pablo indica que hay que dejar el cuándo a Dios, nosotros debemos estar preparados siempre.
Por último nos exhortó a que esta Navidad que se acerca sea distinta, convertida, esperando al Dios que quiere nacer en medio nuestro. Así que nos invitó a abrir el corazón para recibirlo.
Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío.
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