Pertenecemos a la Parroquia Santo Cura de Ars, atendida pastoralmente por la Congregación de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús (Dehonianos).

Nos ubicas en Pirámide 565, paradero 11 ½ de Santa Rosa. Comuna de San Miguel, Santiago de Chile.
Nuestras actividades se despliegan durante la semana; nuestra celebración dominical es a las 10:15. Bienvenid@s.





ATENCIÓN

A contar del 1 de Enero de 2013 las Meditaciones diarias del evangelio se encuentran en: http://pazamoryalegria.blogspot.com/

jueves, 22 de noviembre de 2012

El Señor confía tanto en nosotros que pone en nuestras manos el hacer evidente que es Rey



PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
25 de noviembre de 2012
NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO

Lecturas:
Daniel 7, 13-14 / Salmo 92, 1-2. 5 ¡Reina el Señor, revestido de majestad! / Apocalipsis 1, 5-8

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan     18, 33b-37
    Pilato llamó a Jesús y le preguntó: «¿Eres Tú el rey de los judíos?»
    Jesús le respondió: «¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?»
    Pilato replicó: «¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?»
    Jesús respondió:
        «Mi realeza no es de este mundo.
        Si mi realeza fuera de este mundo,
        los que están a mi servicio habrían combatido
        para que Yo no fuera entregado a los judíos.
        Pero mi realeza no es de aquí».
    Pilato le dijo: «¿Entonces Tú eres rey?»
    Jesús respondió:
        «Tú lo dices: Yo soy rey.
        Para esto he nacido
        y he venido al mundo:
        para dar testimonio de la verdad.
        El que es de la verdad, escucha mi voz».
Palabra del Señor.

MEDITACION
Cerramos el año litúrgico mirando a nuestro Señor como «el “Testigo fiel, el Primero que resucitó de entre los muertos, el Rey de los reyes de la tierra”» (2L), «revestido de majestad» (Sal) y a quien «le fue dado el dominio, la gloria y el reino» (1L). Pero su realeza no es como las de este mundo, sino que, porque «nos ama y nos liberó de nuestros pecados, por medio de su sangre» (2L), da «testimonio de la verdad» del Reino que ha venido proclamando durante toda su vida, que es el Reino donde el más grande es el que se hace el servidor de todos (Mt 23,11). Y los que pertenecen a esta concepción de la vida, son los que han escuchado y obedecen la voz de nuestro Rey.
Como nuestro país es una república y no una monarquía, nos es muy ajeno el título de rey o reina; sin embargo, festivamente sí lo utilizamos bastante. Claro que el sentido auténtico de la palabra se refiere a la persona que ejerce la autoridad suprema sobre un territorio y sus gentes A ese tipo de reinado se refiere Pilato en su interrogatorio. Jesús, si bien lo reconoce, le aclara que «Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que Yo no fuera entregado a los judíos». Y es que Cristo es el Rey del universo. Y su Reino es el Reino de la verdad y la vida,  de la santidad y la gracia,  de la justicia, del amor y la paz. Es decir, de todo lo bueno y bello. Por eso, al contrario de los otros que se imponen, Él se propone. Y cada uno decide si lo acepta o no.
Para lograr que Jesús reine en nuestra vida,  en primer lugar debemos conocerlo: la lectura y reflexión del Evangelio, la oración personal y comunitaria, además de los sacramentos, son medios para conocerlo  y, además, a través de ellos se reciben gracias que van abriendo nuestros corazones a su amor.  
Ese mismo amor nos llevará casi sin darnos cuenta a pensar como Cristo, querer como Cristo y a sentir como Cristo. O vivir “como haría Cristo en mi lugar”, según la luminosa frase del Padre Hurtado. Esto es: sirviendo, compartiendo, consolando, donde sea y cada vez que sea necesario.
Cuando actuamos así, como nos inspira Jesús, muchos pueden experimentar  que su Reino se hace presente en nuestro mundo. Eso quiere decir que el Señor confía tanto en nosotros que pone en nuestras manos el poder hacer evidente que Cristo es Rey y reina en la Tierra como lo hace en el Cielo.

Haz, Señor, que venga tu reino a nuestro mundo torturado, y danos la fuerza de tu Espíritu para mantener irrevocable nuestra entrega personal a la construcción de tu reinado de verdad y de vida, de santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz. Para que nuestros hermanos puedan ver cómo actúa el Reino en sus vidas también. Así sea.

Que nuestras obras alaben al Rey de Paz, Amor y Alegría,
Miguel.

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