11 de marzo de 2012
Tercer Domingo de Cuaresma
Lecturas de
hoy:
Éxodo 20, 1-17 / Salmo 18, 8-11 Señor, Tú tienes palabras de Vida eterna. / I Corintios 1, 22-25
EVANGELIO
+ Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo según san Juan 2, 13-25
Se acercaba la
Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén y encontró en
el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas
sentados delante de sus mesas. Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del
Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los
cambistas, derribó sus mesas y dijo a los vendedores de palomas: «Saquen esto
de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio.»
Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: El celo por
tu Casa me consumirá. Entonces los judíos le preguntaron: «¿Qué signo nos das
para obrar así?»
Jesús les respondió: «Destruyan este templo y en tres días
lo volveré a levantar.»
Los judíos le dijeron: «Han sido necesarios cuarenta y seis
años para construir este Templo, ¿y Tú lo vas a levantar en tres días?»
Pero Él se refería al templo de su cuerpo.
Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron
que él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado.
Mientras estaba en Jerusalén, durante la fiesta de Pascua,
muchos creyeron en su Nombre al ver los signos que realizaba. Pero Jesús no se
fiaba de ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba que lo informaran
acerca de nadie: Él sabía lo que hay en el interior del hombre.
Palabra del Señor.
MEDITACION
Recordemos que Jesús
sintetizó la amplia gama de leyes provenientes de los Mandamientos que hoy nos
trae la primera lectura de la liturgia en sólo dos: amar a Dios y al prójimo
haciendo depender de ellos toda la
Biblia (cf. Mt 22, 34-40).
Y, como sabemos, el
Señor “Cuando decía “sí”, era sí, y cuando decía “no”, era no” (cf. Mt 5, 36),
porque “hablaba como quien tiene autoridad” (Mt 7, 28) y, por eso Pedro, afirmó
que tenía “palabras de vida eterna” (Jn 6, 68): era coherencia y consecuencia
pura.
Y en este evangelio podemos
ver cómo toda la primera parte de los mandamientos (que nos recuerdan la
primera lectura), que responden al amor (respeto) a Dios, en el relato de hoy,
se manifiesta en la actitud de Jesús, látigo en mano, para purificar el templo,
reflejando el “celo” por la casa del Padre, a la que estaban deshonrando por transformarla
en una mera “casa de comercio”.
El mandamiento
“semejante”, según enseña el mismo Hijo de Dios, el del amor al prójimo,
detallado en la segunda parte de los mandamientos: “No matarás. No cometerás
adulterio. No robarás. No darás falso testimonio contra tu prójimo. No
codiciarás la casa de tu prójimo… etc.”, podría resumirse en “no dañarás a tu
prójimo” y tiene su aplicación en el evangelio con el anuncio velado para sus
auditores, pero explicado por el evangelista para sus lectores: ese cuerpo
mortal que portaba Jesús, y que es el mismo nuestro, no sufrirá el daño eterno,
sino que resucitará. En otro momento Pablo dirá que “nosotros sabemos que aquel
que resucitó al Señor Jesús nos resucitará con él” (2 Cor 4, 14); “él, que
había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin”(Jn 13,
1), porque “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos” (Jn 15, 9).
Máxima muestra de amor y respeto por su prójimo humano.
Esto no lo pueden
entender ni aceptar judíos ni griegos, dice Pablo; no lo entenderán los
religiosos ni los científicos fundamentalistas. Sólo lo acepta el corazón
dispuesto a descubrir la locura de amor de Dios y su debilidad por nuestra
humanidad.
Tus preceptos, Señor
son rectos y alegran el corazón; tus mandamientos son claros, e
iluminan los ojos. Tú
sabes bien lo que hay en nuestro corazón: deseo de contagiarnos con tu palabra
sabia y tu locura enamorada.
Paz, Amor y Alegría
para tu día y tu vida.
Miguel.
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