Pertenecemos a la Parroquia Santo Cura de Ars, atendida pastoralmente por la Congregación de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús (Dehonianos).

Nos ubicas en Pirámide 565, paradero 11 ½ de Santa Rosa. Comuna de San Miguel, Santiago de Chile.
Nuestras actividades se despliegan durante la semana; nuestra celebración dominical es a las 10:15. Bienvenid@s.





ATENCIÓN

A contar del 1 de Enero de 2013 las Meditaciones diarias del evangelio se encuentran en: http://pazamoryalegria.blogspot.com/

jueves, 15 de noviembre de 2012

Nuestro corazón se alegra por la vuelta del Buen Pastor



PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
18 de noviembre de 2012
Trigésimo Tercer Domingo Durante el Año

Lecturas:
Daniel 12, 1-3 / Salmo 15, 5. 8-11 Protégeme, Dios mío, porque me refugio en ti. / Hebreos 10, 11-14. 18

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos     13, 24-32
    Jesús dijo a sus discípulos:
    En aquellos días, el sol se oscurecerá, la luna dejará de brillar, las estrellas caerán del cielo y los astros se conmoverán. Y se verá al Hijo del hombre venir sobre las nubes, lleno de poder y de gloria. Y Él enviará a los ángeles para que congreguen a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales, de un extremo al otro del horizonte.
    Aprendan esta comparación, tomada de la higuera: cuando sus ramas se hacen flexibles y brotan las hojas, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano. Así también, cuando vean que suceden todas estas cosas, sepan que el fin está cerca, a la puerta.
    Les aseguro que no pasará esta generación, sin que suceda todo esto. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. En cuanto a ese día y a la hora, nadie los conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, nadie sino el Padre.
Palabra del Señor.

MEDITACION
Estamos a poco más de un mes de la fecha (una de tantas) del paranoico anuncio del fin del mundo. Desde la fe en el Señor Jesús me atrevo a asegurar que eso no ocurrirá ese día. A menos que sea la voluntad del Padre.
Y con la misma claridad debemos convencernos y buscar convencer a los ignorantes (de lo que no son culpables) –y, de paso, desenmascarar a los farsantes (absolutamente condenables)- que Jesús, el Buen Pastor, no busca aterrorizar, sino prepararnos con la premura y diligencia de quien nos ama, ante un acontecimiento que viene inevitablemente.
Es que se pone el acento en frases como «el sol se oscurecerá, la luna dejará de brillar, las estrellas caerán del cielo y los astros se conmoverán», pero no se observa lo más importante: al mismo tiempo que ocurra eso «se verá al Hijo del hombre venir sobre las nubes, lleno de poder y de gloria». Es decir, nuestro hermano, el compasivo amigo de los hombres y mujeres que habitamos la creación de su Padre, el mismo que «se sentó para siempre a la derecha de Dios» (2L) proyectará la luz de su santidad en sus seguidores y éstos «resplandecerán como el resplandor del firmamento» (1L).
Entonces, en vez del temor irracional de los que no lo conocen, los creyentes debiésemos sentir así: «¡Tú decides mi suerte! Por eso mi corazón se alegra, se regocijan mis entrañas y todo mi ser descansa seguro» (Sal).
Lamentablemente los católicos solemos tener una base formativa bastante feble y eso nos hace fácil presa de supersticiones y también de ir a engrosar sectas. Los incrédulos «tropiezan porque no creen en la Palabra: esa es la suerte que les está reservada. Ustedes, en cambio, son una raza elegida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido para anunciar las maravillas de aquel que los llamó de las tinieblas a su admirable luz» (1 Pe 2,8-9). Por eso, si queremos ser testigos fieles del Dios de la Vida, antes que nada debemos ser instrumentos de su amor, porque en él los que no lo conocen tienen la posibilidad de experimentarlo; y, en segundo lugar, es necesario recurrir a las personas preparadas que están cerca nuestro y aprovechar las distintas instancias formativas que se presenten para darle sustento a ese amor y no ser engañados en nuestra buena voluntad.

Con el corazón esperanzado, las manos activas y la oración en los labios, estamos atentos a tu regreso, Señor. Y con la confianza que nos da el amor que nos has mostrado y sigues mostrando, podemos decirte desde ya, con alegría, gracias, Señor.

Preparándonos para la instauración definitiva del Reino de Paz, Amor y Alegría,
Miguel.

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