Pertenecemos a la Parroquia Santo Cura de Ars, atendida pastoralmente por la Congregación de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús (Dehonianos).

Nos ubicas en Pirámide 565, paradero 11 ½ de Santa Rosa. Comuna de San Miguel, Santiago de Chile.
Nuestras actividades se despliegan durante la semana; nuestra celebración dominical es a las 10:15. Bienvenid@s.





ATENCIÓN

A contar del 1 de Enero de 2013 las Meditaciones diarias del evangelio se encuentran en: http://pazamoryalegria.blogspot.com/

jueves, 8 de noviembre de 2012

El potente ejemplo de quien lo da todo desde el no tener nada



PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
11 de noviembre de 2012
Trigésimo Segundo Domingo Durante el Año

Lecturas:
I Reyes 17, 8-16 / Salmo 145, 6-10 ¡Alaba al Señor, alma mía! / Hebreos 9, 24-28

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos     12, 38-44
    Jesús enseñaba a la multitud:
    «Cuídense de los escribas, a quienes les gusta pasearse con largas vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los banquetes; que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones. Estos serán juzgados con más severidad».
    Jesús se sentó frente a la sala del tesoro del Templo y miraba cómo la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en abundancia. Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre.
    Entonces Él llamó a sus discípulos y les dijo: «Les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque todos han dado de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir».
Palabra del Señor.

MEDITACION
Si recordamos el evangelio del Domingo anterior, el escriba le dice a Jesús que «amarlo (a Dios) con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios» (Mc 12,33) a lo que el Señor le señala «Tú no estás lejos del Reino de Dios» (Mc 12,34).
Es que el Reino que viene a proclamar y a inaugurar el Maestro tiene en el centro –además de tener como fuente y como cima- el Amor. Por lo que los holocaustos y sacrificios de su tiempo –los ritos y devociones del nuestro-, sólo cobran sentido cuando se realizan motivados por el amor.
Como ocurre con la viuda del texto de hoy, que al depositar su limosna «dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir», amor que, en el caso de la otra viuda se traduce en poner la confianza en que, pese a estar en la escasez extrema, puede compartir lo que le queda con el profeta, porque le anunció en nombre de «el Señor, el Dios de Israel: El tarro de harina no se agotará ni el frasco de aceite se vaciará» (1L). Y la palabra se cumplió. Porque «El Señor mantiene su fidelidad para siempre» (Sal). Y espera algo semejante de nuestra parte hacia Él, tomando en cuenta, que además, y como si fuera poco, su Hijo entró al cielo «para presentarse delante de Dios en favor nuestro» (2L). Pero recordando que, como no necesita nada de nosotros (o no sería Dios), Él espera que ese amor agradecido lo volquemos a nuestros hermanos, su hijos, especialmente aquellos más pobres y necesitados, con quienes se identifica (cf Mt 25,37-40).
En nuestra época se nos llama a contribuir con el mantenimiento de nuestra Iglesia, con el 1% de nuestros ingresos, también existe la colecta en las Misas y alguna otra actividad para las imaginables amplias necesidades de ella, incluyendo el servicio que se presta gratuitamente a los menos favorecidos, para cumplir con el mandato recibido del mismo Cristo.  Es justo y necesario hacer nuestro aporte para esto. Pero, como en todo lo referente a las enseñanzas del Nazareno, la actitud es lo importante. Por eso, es potente que nos ponga como ejemplo a la viuda (una de las categorías más pobres de su sociedad) que «de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir».  Porque la “indigencia” es el estado de quien no tiene siquiera lo necesario para vivir. Y eso poco lo dio, con fe y amor. Porque nadie es tan pobre que no pueda dar. Los ricos, aquel día, se ganaron sólo el aplauso de los hombres, no el de Jesús, que, como siempre, se pone al lado de «los que tienen el espíritu del pobre, porque de ellos es el Reino de los Cielos» (Mc 5,3).

Pobres, como somos, Señor, fortalece nuestra generosidad, ayúdanos a ganarle a nuestro egoísmo, para ser tus manos que dan, tu abrazo que acoge, tu palabra que conforta, cada día de nuestra vida. Amén.

Entregando de nuestras carencias toda la Paz, Amor y Alegría que requieran los hermanos,
Miguel.

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